ASOCIACIÓN PROFESIONAL DE TÉCNICOS TRIBUTARIOS Y ASESORES FISCALES DE ANDALUCÍA

asociación profesional de técnicos tributarios y asesores fiscales de andalucía

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La disolución de comunidad de bienes, o extinción de condominio, es una operación muy  habitual. Y ello, porque permite disolver situaciones de copropiedad sobre inmuebles,  adjudicándoselo a uno solo de los copropietarios. Estamos ante una operación que tiene,  en el IRPF, un tratamiento fiscal mucho más gravoso que el que se le otorga en el Impuesto  de Transmisiones Patrimoniales (ITPAJD), o en el de Plusvalía Municipal (IIVTNU). 

Y el problema es que una reciente sentencia del Tribunal Supremo de 10-10-2022 (recurso  5110/2020) ha confirmado dicho tratamiento fiscal. Por ello, interesa concretar qué efectos  tiene esta sentencia, y cuál es la situación en la que quedan, a partir de ahora, los contribuyentes que quieran llevar a cabo una operación de extinción de  comunidad. 

La STS de 10-10-2022 y el diferente tratamiento de la extinción de condominio en el  IRPF en comparación con el que recibe en el ITPAJD y la plusvalía municipal. 

Como ya indicamos, el IRPF de la extinción de condominio llevaba tiempo envuelta en  polémica. Y se esperaba como agua de mayo la resolución del recurso de casación  admitido a trámite por el Tribunal Supremo, en relación con esta cuestión (Auto de 18-3- 2021). 

Por ello, la decisión final del Tribunal Supremo, expresada en la referida sentencia de 10- 10-2022, de considerar que “la compensación percibida por un comunero, a quien no se  adjudica el bien cuando se disuelve el condominio, comportará para dicho comunero la  existencia de una ganancia patrimonial sujeta al IRPF, cuando exista una actualización del  valor de ese bien entre el momento de su adquisición y el de su adjudicación y esa  diferencia de valor sea positiva”, ha caído como un auténtico jarro de agua fría para los  contribuyentes. 

Recalca el Supremo en su sentencia que en este tipo de operaciones no se produce una  transmisión, sino una mera especificación de derechos. Por ello, solo se “condena” a los  contribuyentes que, al extinguir la situación de copropiedad sobre un inmueble, no se lo  adjudican, pero reciben a cambio una compensación en metálico calculada conforme al  valor del bien actualizado. Es lo que ocurre cuando dos contribuyentes adquieren en  proindiviso un inmueble por 100.000 euros, pero se constata que, en el momento de  extinguir la situación de copropiedad, su valor es ya de 300.000 euros.

La compensación a recibir por el contribuyente que no se adjudica el inmueble ya no es la  de los 50.000 euros por los que adquirió en su día su 50%, sino de la mitad del valor actual  del inmueble (150.000 euros). Es por tanto dicha alteración patrimonial (150.000 euros – 50.000 euros) la que queda gravada en el IRPF. 

No se tributa, por tanto, por la transmisión, sino por la alteración del valor de patrimonio  que se produce como consecuencia de que un contribuyente recibe más de lo que en su día  tenía. 

Estamos ante una sentencia que institucionaliza el diferente tratamiento fiscal que estas  operaciones de extinción de comunidad reciben en el IRPF, en comparación con el que se  les otorga en el ITPAJD y en la plusvalía municipal.

En relación con el ITP, esta diferencia  de trato se justificaría por el hecho de que este impuesto grava una transmisión, y no la  simple alteración patrimonial (sin necesidad de que haya transmisión), que somete a  tributación el IRPF. 

En el impuesto de plusvalía municipal sí se grava, sin embargo, una alteración  patrimonial, un incremento de valor del terreno. Sin embargo, en dicho tributo solo se  grava tal incremento con motivo de la transmisión del terreno, no existiendo la  posibilidad, como en el IRPF, de hacer tributar la alteración patrimonial, incluso en el caso  de que no exista una transmisión. 

No es el objeto de estas líneas llevar a cabo un análisis crítico de la sentencia, tema sobre el  que ya se ha escrito abundantemente en redes sociales y en blogs, a veces tan  acertadamente como en este artículo de Pablo González Vázquez en Taxlandia

El objeto de este artículo es más bien el de analizar la situación que deja la sentencia. No  pretendo por ello centrarme en lo que el Tribunal Supremo no dice, y considero debió  decir. O en la doctrina que en mi opinión, debiera haberse fijado.

No obstante, no perderé  la ocasión de afirmar que, en mi opinión, el principal defecto de la sentencia es el de haber  convertido en opción, lo que en la ley del IRPF es una clara prohibición. Así, el artículo  33.2 de la Ley del IRPF, en su último párrafo, y después de haber afirmado que la  disolución de una comunidad no genera alteración patrimonial, declara que “Los  supuestos a que se refiere este apartado no podrán dar lugar, en ningún caso, a la  actualización de los valores de los bienes o derechos recibidos.” 

Vemos pues cómo la norma es clara a la hora de asegurar que, por mucho que los  contribuyentes formalicen el acuerdo privado de extinguir el condominio, actualizando el  valor del inmueble, esto no afectará al IRPF, impuesto en el que, en ningún caso, estas  operaciones pueden motivar actualización de valores. 

No hay, por tanto, opción, ni se permite a los contribuyentes decidir por su cuenta si, a  efectos de su IRPF, quieren o no que se actualice el valor de los inmuebles. Por ello, la  prohibición incluida en el artículo 33.2 trascrito, debiera suponer que, con independencia  de que los contribuyentes actualicen o no el valor del inmueble en la extinción de  comunidad, en el IRPF no se producirá, en ningún caso, alteración patrimonial alguna. 

Así lo vio con claridad el TSJ de la Comunidad Valenciana en la sentencia que ha sido  casada y anulada. Sin embargo, el Tribunal Supremo no hace siquiera expresa mención a  esta cuestión.

Tras este desahogo, entremos ya en el tema que constituye el propósito de estas líneas que,  es como se ha indicado, analizar los efectos de la sentencia, y la situación en la que quedan  los contribuyentes. 

No estamos ante un cambio del Tribunal Supremo. 

Lo primero que hay que dejar claro es que, aunque nos pese, no estamos ante un cambio  de criterio del Tribunal Supremo. Y es que, en sentencia de 3-11-2010 (recurso 2040/2005),  el Alto Tribunal ya declaró, analizando la Ley 44/1978 de IRPF y su Reglamento (Real  Decreto 2384/1981) que, “si como aquí ocurre, la incorporación al patrimonio lo es por un  valor superior al de adquisición actualizado fiscalmente, sí que se habrá producido un  incremento patrimonial susceptible de calificarse como renta, en el momento de la división  de la comunidad, y no, como sería en el caso de que la incorporación lo fuese por el mismo  valor, en cuyo caso el incremento quedaría deferido al momento en que adquirente  enajenase el bien.” 

Del mismo modo el criterio constante de la Administración ha sido siempre el de  considerar que existía alteración patrimonial cuando se actualizaba el valor de los  inmuebles con motivo de la extinción de condominio.

Ejemplo de ello es la resolución del  Tribunal Económico-Administrativo Central (TEAC) de 7-6-2018 (00/02488/2017), en la  que declaró que “en el caso de que se atribuyan a uno de los copropietarios o comuneros  bienes o derechos por mayor valor al que corresponda a su cuota de titularidad, existirá  una alteración patrimonial en el otro u otros copropietarios o comuneros, pudiéndose  generar, en su caso y en función de las variaciones de valor que hubiera podido  experimentar el inmueble, una ganancia o una pérdida patrimonial.” 

Por ello, no es correcto hablar de un cambio de criterio, porque éste, en realidad, no ha  existido. Y esto tiene relevancia a la hora de concretar los efectos de la sentencia del  Tribunal Supremo que nos ocupa. 

Efectos directos de la STS de 10-10-2022 

La sentencia tendrá un efecto directo, e indudable, sobre las operaciones de extinción de  comunidad que se lleven a cabo a partir de ahora, y en su tributación en el IRPF. Y es que,  no solo es la segunda sentencia dictada en el mismo sentido (si consideramos la dictada en  2010). Sino que, además, resuelve la cuestión casacional con tal detalle que no parece  necesario reiterar tal declaración para reafirmar, matizar, complementar o corregir la  doctrina ya fijada. Ello salvo, quizá, la cuestión de si esta doctrina sería igualmente  trasladable a los supuestos en que la compensación no sea en metálico, sino con entrega de  otros bienes que también estaban en situación de copropiedad. 

Por ello, dejar de tributar en el IRPF por una operación de extinción de condominio en la  que se haya actualizado el valor de los inmuebles será, a partir de ahora, una opción fiscal  de elevado riesgo.

Además, la sentencia tendrá consecuencias directas sobre los recursos que, en este  momento estén pendientes de resolución. Y ello, tanto si éstos se plantearon frente a la  regularización que en su día pudo llevar a cabo la AEAT, como si fue el contribuyente el  que solicitó la rectificación de su autoliquidación, y la devolución de ingresos indebidos.  

Estos recursos serán desestimados, aunque si están en vía contencioso-administrativa, no  debiera imponerse una condena en costas, por existir serias y evidentes dudas de hecho y  de derecho. No obstante, la contumacia del contribuyente en seguir recurriendo, sí  pudiera acarrear en última instancia, tal condena en costas. 

En cualquier caso, lo que sí es recomendable es continuar recurriendo las sanciones  tributarias que en su día pudieron imponerse al regularizar la situación del contribuyente  por la ausencia de tributación en el IRPF de la extinción de condominio. Y es que,  considero que es plenamente aplicable la eximente de interpretación razonable de la  norma, prevista en el artículo 179.2.d) de la Ley 58/2003, General Tributaria, para lograr la  anulación de las sanciones impuestas. 

Ello, teniendo en cuenta que no puede considerarse de irrazonable una interpretación que  fue sostenida por varios Tribunales Superiores de Justicia (Comunidad Valenciana, País  Vasco, Castilla y León), y que ha tenido finalmente que ser analizada en casación por el  Tribunal Supremo. 

La eficacia retroactiva de la STS 10-10-2022 

Del mismo modo, considero que la sentencia del Tribunal Supremo puede desplegar sus  efectos hacia el pasado, de forma retroactiva. Y ello, para regularizar la situación de los  contribuyentes que, en los últimos cuatro ejercicios, no tributaron en su IRPF por la  realización de operaciones de extinción de condominio con actualización de valores. 

La eficacia retroactiva de las resoluciones administrativas o judiciales ha sido cuestionada  por el TEAC, en el caso de que existieran criterios administrativos previos favorables a la  imposibilidad de exigir el tributo, en relación con una determinada operación. De esta  forma, el contribuyente que actuó en base a dichos criterios, no se vería luego perjudicado  por un posterior cambio de doctrina. 

Ejemplo de ello es la resolución del TEAC de 11-6-2020 (00/1483/2017), en la que se  afirma que “El cambio de criterio del TS y de este TEAC vincula a toda la Administración  tributaria pero únicamente desde que dicho cambio de criterio se produce, no pudiendo  regularizarse situaciones pretéritas en las que los obligados tributarios aplicaron el criterio  administrativo vigente en el momento de presentar su autoliquidación.” 

Sin embargo, no existiendo en el presente caso rastro alguno de criterio administrativo  previo, del que resultara la no sujeción al IRPF de estas operaciones de extinción de  comunidad, considero que no hay obstáculo para que la sentencia del Tribunal Supremo  extienda sus efectos hacia el pasado, y se lleven a cabo regularizaciones retroactivas del  IRPF dejado de ingresar en los últimos cuatro ejercicios en relación con las operaciones de  extinción de comunidad.

Eso sí, dichas regularizaciones retroactivas se enfrentarían a dos límites. El primero de  ellos sería el de la prescripción, no pudiendo exigirse el IRPF en relación con extinciones  de condominio realizadas más allá de los cuatro últimos ejercicios.

En este punto, conviene  recordar que el plazo de prescripción de cuatro años (artículo 66.a, LGT), se cuenta desde  el último día que hubo para presentar la autoliquidación del IRPF, que es el 30 de junio del  ejercicio inmediatamente posterior a aquél en que se formalizó la operación de extinción  de comunidad. Ello, salvo el caso de que la declaración de IRPF correspondiente al  ejercicio en que se formalizó la operación se hubiera presentado fuera de plazo. En ese  caso, el plazo de prescripción se computaría desde dicha fecha. 

El segundo límite es el efecto preclusivo de las regularizaciones realizadas utilizando un  procedimiento de comprobación limitada. Y es que, el artículo 140.1, LGT, prevé que, si ya  hubo una previa comprobación de un concreto tributo y elemento de la obligación  tributaria, no se podrá efectuar nueva regularización, “salvo que en un procedimiento de  comprobación limitada o inspección posterior se descubran nuevos hechos o  circunstancias que resulten de actuaciones distintas de las realizadas y especificadas en  dicha resolución.” Y conviene recordar que dicho efecto preclusivo se extiende incluso a  supuestos en los que la Administración contaba con la información para regularizar un  concreto tributo y elemento de la obligación tributaria, y decidió no hacerlo. Así lo ha  declarado el Tribunal Supremo sentencia de 16-10-2020 (recurso 3895/2018), afirmando  que “Interpretando el artículo 140.1 de la Ley 58/2003, General Tributaria, de 17 de  diciembre, los efectos preclusivos de una resolución que pone fin a un procedimiento de  comprobación limitada se extienden no solo a aquellos elementos tributarios sobre los que  se haya pronunciado expresamente la Administración Tributaria, sino también a cualquier  otro elemento tributario, comprobado tras el requerimiento de la oportuna documentación  justificativa, pero no regularizado de forma expresa.” 

Indicar, por último, que dicho efecto preclusivo se predicaría también en el procedimiento  de inspección, si en su día se dictó una liquidación provisional en la que se decidió no  regularizar la tributación en IRPF de la extinción de condominio. En ese caso, y según el  artículo 148.2, LGT, no sería posible efectuar nueva regularización “salvo que concurra  alguna de las circunstancias a que se refiere el párrafo a) del apartado 4 del artículo 101 de  esta ley y exclusivamente en relación con los elementos de la obligación tributaria  afectados por dichas circunstancias”. Es decir, cuando estemos ante elementos de la  obligación tributaria no comprobados. 

La STS de 10-10-2022: ¿Un arma de destrucción masiva en manos de Hacienda? 

De la STS de 10-10-2022 pueden derivarse, además, otros efectos, llamémosles indirectos,  que por sus devastadores consecuencias un servidor apenas se atreve a mencionar. Y es  que, si partimos de que, según el Tribunal Supremo, estamos ante operaciones de  extinción de condominio en las que no se realiza transmisión alguna, pero respecto de las  que sí se produce alteración patrimonial, por actualizarse valores, surge la duda de si la  Agencia Tributaria pudiera considerar que la ganancia patrimonial obtenida por el  contribuyente que recibe la compensación actualizada, debe tributar como renta general  en el IRPF, y no como renta del ahorro.

Y es que, dispone el artículo 46 de la Ley del IRPF que “Constituyen la renta del ahorro:  (…) b) Las ganancias y pérdidas patrimoniales que se pongan de manifiesto con ocasión  de transmisiones de elementos patrimoniales.” Por tanto, en la medida en que se lleve  hasta el extremo la doctrina de que la ganancia patrimonial no tiene su origen en la  transmisión de un elemento patrimonial, sino en una mera “especificación de derechos”,  podríamos encontrarnos ante una dramática situación, en la que la AEAT regularizara la  situación del contribuyente, integrando la ganancia patrimonial obtenida en la renta  general del IRPF, y haciéndola tributar a escala. 

Considero que se trata de una interpretación extrema, teniendo en cuenta el carácter  inmobiliario de estas operaciones, y el desplazamiento de la propiedad que se produce con  motivo de la extinción de condominio. Pero, ciertamente, y dada la voracidad recaudatoria  con la que se conduce la AEAT en los últimos tiempos, no parece que lo más  recomendable sea haber puesto en sus manos un arma de destrucción masiva de este  calibre. 

Eso sí, considero que, en este caso, las comprobaciones y regularizaciones tributarias no  tendrían efecto retroactivo. Ello, teniendo en cuenta que el criterio de la Administración,  expreso y reiterado, ha sido siempre el de considerar que la ganancia patrimonial obtenida  como consecuencia de la extinción de comunidad se integra en la renta general del IRPF, y  no en la del ahorro. 

Vías que tienen los contribuyentes para minimizar el impacto de la STS de 10-10-2022 

Por último, y para tratar de paliar, en la medida de lo posible, el mal sabor de boca que  todo lo comentado hasta ahora haya podido dejar en los sufridos lectores de este post, quiero acabar proponiendo algunas vías para tratar de paliar la tributación de estas  operaciones de extinción de comunidad como ganancia patrimonial en el IRPF. 

Así, si la operación de extinción de comunidad recae sobre una vivienda habitual de los  contribuyentes (por ejemplo, la vivienda que era el domicilio familiar, en caso de  divorcio), existe la posibilidad de considerar la ganancia patrimonial exenta por  reinversión, o directamente exenta, si en este último caso el contribuyente que no se  adjudica el inmueble es mayor de 65 años. No obstante, esta posibilidad queda en  entredicho si la AEAT hiciera tributar estas operaciones como renta general en el IRPF del  contribuyente. 

Además, conviene tener muy presente que el Tribunal Constitucional tiene sobre la mesa  la decisión de si la imposibilidad de aplicar los coeficientes de actualización a las  ganancias patrimoniales del IRPF (suprimidos desde el 1-1-2015), vulnera los principios de  capacidad económica y la prohibición de confiscatoriedad. Y ello, desde el momento en  que no actualizar dichos valores podría estar suponiendo que los contribuyentes  tributaran por una ganancia patrimonial ficticia, o directamente confiscatoria, si la cuota a  pagar es superior a la ganancia realmente obtenida.

Estamos ante una cuestión que puede alegarse ya, incluso en los recursos que los  contribuyentes tengan presentados contra la regularización tributaria que les impuso la  tributación en el IRPF por la operación de extinción de comunidad llevada a cabo. En este  punto, no hay que olvidar que, en el recurso contra una liquidación tributaria, pueden  alegarse cuantos motivos se estimen oportunos, siempre que no se altere la pretensión.  

Esto es especialmente así en vía contencioso-administrativa, previendo el artículo 56.1 de  la Ley 29/1998 que “En los escritos de demanda y de contestación se consignarán con la  debida separación los hechos, los fundamentos de Derecho y las pretensiones que se  deduzcan, en justificación de las cuales podrán alegarse cuantos motivos procedan, hayan  sido o no planteados ante la Administración.” Por tanto, no habría problema en incluir  esta alegación en los recursos que están pendientes de ser resuelto, para tratar de salvar los  muebles, en la medida de lo posible, ante una previsible sentencia que declare la  obligación de tributar por la alteración patrimonial obtenida con motivo de la extinción de  condominio. 

Por el contrario, si fue el contribuyente el que en su día solicitó la rectificación de su  autoliquidación y la devolución de ingresos indebidos, por considerar que no debió  tributar en su IRPF por la extinción de condominio, lo mejor sería que volviera a solicitar  rectificación en relación con la aplicación de los coeficientes de actualización. Ello, para  posteriormente acumular ambos recursos, y solicitar una resolución conjunta de los  mismos. 

Estamos, en definitiva, ante una sentencia que traerá cola, y cuyas consecuencias  prácticas no podremos apreciar en su totalidad hasta que haya pasado un cierto tiempo, y  comprobemos qué interpretaciones extrae la Administración de la misma, y cuál es la  reacción de los contribuyentes. 

Queda por ver, además, cuáles serán las vías que adoptan los contribuyentes para tratar de  minimizar, en la medida de lo posible, el impacto fiscal que, en el IRPF, tendrán las  operaciones de extinción de condominio a partir de ahora, y la reacción de la  Administración frente a las mismas. No considero, por ello, que esté todo dicho en  relación con la tributación en el IRPF de la extinción de condominio. 

APTTA. Servicio de Información Actualizada (no vinculante) 

Fuente: HAY DERECHO 

José María Salcedo Benavente